William Hernández tuvo que revisar la lista de prevuelo, asegurarse que no hubiera objetos extraños en el radar, alcanzó una velocidad segura de despegue y enfrentó las turbulencias.
Esas son algunas de las maniobras que debe ejecutar un piloto a la hora de despegar un avión y mantenerlo en el aire.
William no tiene ni idea de cómo se maneja una aeronave pero tuvo que enfrentar situaciones iguales o más complicadas para realizar un despegue que lo llevará a un destino especial: su boda.
Usamos estos términos porque este vecino de Puente Salas de Barva, en Heredia, le propuso matrimonio a su novia, Jessenia González, en pleno vuelo.
“Como en octubre o noviembre (del 2016) hablamos que ya había que pensar en el compromiso, pero no había fecha. Este año yo tomé la decisión de que le daría el anillo en febrero, pues ella cumple años y está el tema del mes del Amor y la Amistad”, comentó.
Hace unas dos semanas Jessenia se topó una buena promoción para viajar a Panamá y así pasar su cumple, que fue el pasado sábado. Ahí fue donde William se puso la gorra de capitán y empezó a planear este singular despegue.
“Cuando aterrizamos supe que era un viaje especial, la gente del aeropuerto sacaba muchas fotos y era porque que se trataba del vuelo inaugural de Air Costa Rica.
“En el hotel estaba la gente de la tripulación (pilotos y sobrecargos) entonces empezamos a conversar con ellos. Después de eso fue que analicé la idea de pedirle matrimonio en el vuelo”, recordó el enamorado.
Ni anillo, ni vino. Antes del despegue, un piloto debe revisar que que el avión tenga todo lo necesario para completar su trayecto, a eso se le llama lista de prevuelo, según nos explicó Henry Tencio, capitán de este vuelo del amor.
William estaba mal en ese sentido ya que no tenía ni el anillo ni una botella de vino para celebrar. Por eso lo primero que tuvo que hacer, como haría el capitán de una aeronave, fue fijar un trayecto que lo llevara a un sitio donde comprarle una bonita argolla de compromiso a su novia.
Claro, él no pudo usar un GPS, le toco preguntarle a la gente.
“Nosotros estábamos en un lugar que se llama playa Blanca y queda como a dos horas del centro de Panamá. Entonces averigüé que cerca del hotel había un lugar con algunos almacenes en donde podía haber una joyería”, contó.
En ese momento activó los radares porque necesitaba que estos no detectaran a su novia, o sea, ella debía estar fuera de alcance.
“Entramos a una tienda grande y dije que necesitaba ir al servicio, con eso gané tiempo. Le pregunté al administrador de la tienda y me dijo de una joyería por ahí cerca. Salí corriendo”, recordó.
Ahí encontró un anillo bonito, lo compró y lo escondió para que Jessenia no se diera cuenta. De paso compró una botella de vino.
La lista de prevuelo ya estaba completa con todo lo necesario para el arranque del vuelo.
Pero obviamente un piloto no lo hace todo, hay controladores de vuelo, mecánicos o agentes de tráfico. William necesitó de un agente de carga para que, en lugar de subir las maletas al avión, le ayudarán a embarcar el anillo y el vino para evitar sospechas.
Grethel Fernández, jefa de tripulación, se encargó de esa labor.
Con todo listo, solo faltaba alcanzar, lo que los pilotos llaman, velocidad de despegue para elevar el avión. Para lograrlo se armó el valor necesario para pedirle matrimonio a su pareja frente a 87 pasajeros.
Ni las turbulencias, que en William se tradujeron en nervios, fueron suficientes para evitar el singular arranque.
Todas las maniobras de despegue fueron un éxito ya que Jessenia dijo “sí” a su propuesta, la cual fue medio improvisada porque las turbulencias siempre afectaron a este piloto.
Aún no tienen fecha para la boda pero recibieron la noticia de que la aerolínea Air Costa Rica decidió regalarles la luna de miel.
Nota tomada del periódico La Teja / Fotografías de Air Costa Rica